Trasladándome en la mañana a la universidad, no dejo de apreciar la contaminación visual, por la abundante presencia de anuncios, comerciales situados en vallas publicitarias, paneles, murales, rótulos, que suelen alterar la estética y la imagen del paisaje (tanto rural como urbano) y que generan, a menudo, una sobre estimulación visual agresiva, invasiva y simultánea, afectando incluso la salud de los individuos.
Pero ese día una valla publicitaria señalaba: “la planificación familiar, depende de los hombres”, al leerlo me vino a mi mente la palabra ¡Atizas! (proviene del verbo atizar, que significa: remover o alimentar el fuego para que arda más. Hacer más fuerte o intenso un sentimiento o una discordia; ¿Que depende solo de los hombres? ¿Y las mujeres no tienen derecho a participar, a opinar, a tomar decisiones?, ¿a razonar y fundamentar que no hay condiciones, sean económicas, laborales u otras, ni para tener un hijo?
Al dar rienda suelta a mi imaginación, pensaba en el hombre que llega a la casa y desea tener relación con su pareja, sin importarle la posición de su contraparte. ¡Qué clase de troglodita!
Pero, ¿por qué se necesita planificación familiar? Con ella son evitados embarazos involuntarios, causantes casi de una cuarta parte de todas las defunciones maternas en los países en desarrollo. El espaciamiento de los embarazos, de dos años como mínimo, ayuda a las mujeres a tener hijos más sanos; y contribuye a aumentar la probabilidad de supervivencia infantil en un 50%.
Más opciones para la mujer, con el control de la propia procreación, mediante prácticas anticonceptivas eficaces, pueden abrirle las puertas de la educación, el empleo y la participación comunitaria. Se fomenta la adopción de prácticas sexuales menos arriesgadas.
Al aumentar el número de personas que optan por la planificación familiar, la fecundidad desciende y la población crece más lentamente. En el año 2024 la población mundial alcanzó los 8.090 millones de habitantes y cada año se agregan aproximadamente 71 millones más.
De ocurrir un crecimiento lento de la población, como efecto colateral beneficioso, esto ayudaría a proteger el medio ambiente, posibilitaría la conservación de recursos, la protección de la pureza del aire y el agua, la reducción de la presión en las ciudades y ayudaría a evitar conflictos; pero también ayudaría al desarrollo.
¿Cómo es eso? Ayuda a ganar tiempo y, con más habitantes en edad productiva, proporciona un dividendo demográfico que puede invertirse en educación, creación de empleos, atención sanitaria y otras actividades destinadas a elevar el nivel de vida.
Estimadas instituciones u organismos que publican anuncios semejantes, como el de la fatídica valla publicitaria mencionada al inicio, por favor, ¡sean más cuidadosos!
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.