Una noche nos llegó una invitación para visitar a personas procedentes del Medio Oriente (sudoeste de Asia) y sobre todo porque ese día concluía el Ramadán. Nunca había tenido la oportunidad de conversar con personas de tan lejos. Por otra parte, significaba que concluía el periodo de ayuno, es decir abstenerse voluntariamente de comida y, en algunos casos, de ingesta de líquidos. Además no se debía tener relaciones sexuales.
Primaba la curiosidad de conocer más, y aceptamos la invitación. Al llegar a la casa –pensaba de inicio encontrarme tal vez con una mezquita, con ventanas en forma de arco–, era normal, bonita, sencilla. En la puerta nos esperaba una señora, vestida con pantalón, blusa, su rostro no evidenciaba señales de pintura, tampoco lo necesitaba, tenía una sonrisa muy natural, lo cual era señal de agradecimiento por nuestra visita.
Nos presentó a varios de sus familiares, escuchamos que provenían de una habitación cercana, hablando otro idioma, ¿árabe? Y al ser presentados hablaron en castellano, con cierto deje, pero de igual forma nos agradecían por compartir esa noche con ellos. Los niños ya en sus cuartos se preparaban para asistir a la escuela el otro día y ello nos daba tiempo para conversar entre adultos.
Con cuidado, antes de la cena, indague, siendo conservador, en qué consistía el ayuno y cómo era estar tanto tiempo sin ingerir alimentos. Ella fundamentaba, que iba dirigido a los adultos hombres y mujeres, excluyendo a personas ancianas, En el caso de los adultos, ingerían algunos alimentos, predominando los carbohidratos en muy poca cantidad y en ciertas horas. ¿Y adelgazaban? Si, respondió, en su caso unos 5 kilogramos.
Lo que más me llamó la atención era que en esos días (mes) la familia se unía para conversar y analizar conflictos, contradicciones que surgieron en su momento y dejar atrás roces, discrepancias, borrar todo lo negativo y comenzar prácticamente una nueva vida de solidaridad, hermandad.
Inclusive familiares que no estaban en ese momento en el país, llamaban a la casa, mostrando, de igual forma, las mejores relaciones, el fortalecimiento de las relaciones interpersonales, la ayuda en caso de necesidades. ¿Y los niños con relación a lo religioso, teniendo en cuenta la diversidad existente en la escuela? Sin problemas, se respetan, sus hijos juegan con otros compañeritos y compañeritas, acuden a la casa y nuestras creencias no son inconveniente. Muy interesante resultó la experiencia. ¿Coincide conmigo?
Nuevas culturas
Ernesto González Valdés
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