jueves, diciembre 26, 2024
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La lógica pero improbable elección de Reyes Villa

La elección de Manfred Reyes Villa como alcalde de Cochabamba fue uno de los desenlaces más lógicos, pero también más inesperados de las recientes Elecciones Subnacionales, y su explicación va más allá de la percepción común de que “hubo una campaña de marketing profesional” y, de hecho, se inscribe en una experiencia inédita de comunicación política basada en desplazar la contienda a la pugna por el encuadre discursivo.

La evolución de la gerencia o marketing político en Comunicación Política contrajo un nuevo enfoque: Una campaña no depende de la oferta electoral, sino de entender la manera como el elector elige los mensajes; esas estructuras mentales a través de las cuales percibe la realidad, es decir, los encuadres o marcos lógicos dentro de los cuales organiza y prioriza los caudales de información que recibe.

El cuarto de guerra de Reyes Villa, mezcla de una línea inédita de consultoría y sus estrategas internos, identificó el estado de situación del rival –el gobernante Movimiento al Socialismo–, su debilidad estructural (su escisión interna entre renovadores y caudillistas) y la estructura de la estrategia oficialista: Instalar la polarización racial/clasista como encuadre discursivo.

Permitir que ese encuadre clásico del MAS se instalara hubiera sido letal y desmontarlo fue clave. Su apelativo al pragmatismo electoral era absoluto: “Si Cox no es alcalde, no se va a poder trabajar”; “Si Manfred llega a ser alcalde el gobierno cortará recursos a Cochabamba”.

La evocación de mitos del encuadre evista en la memoria corta del elector pudo ser letal. El cerco y el recorte de recursos (IDH, agua, gasolina) eran factores para reinstalar la división urbano-rural, la dialéctica norte-sur y otros del imaginario de “Las dos Bolivias”.

Este encuadre era el correlato de otro que en el ámbito nacional buscaba recuperar control del timing político; judicializar al rival: aspecto que merece un análisis por separado.

La acción táctica principal de la campaña evista fue reponer las mitologías negras en torno a Manfred (Edecán de García Meza, “Yakuvende”, aliado de Sánchez de Losada) y para ello contaba con Interlocutores mediáticos en cargos públicos (gobernadora, alcaldes, concejales) e importantes aliados estratégicos en la media paraestatal local.

Sin embargo, las fortalezas y oportunidades discursivas no representan nada cuando el encuadre no se puede instalar. El deterioro significativo del mito de poder evista –su mística de “líder del mundo indígena–, el desgaste de sus interlocutores y la notoria carencia de aparato estatal para operar la campaña de Nelson Cox asfixiaron su campaña, desatando el desmarque de organizaciones sociales ante evidencia de ruptura al interior del MAS.

En contrapartida, la estrategia de Reyes Villa invirtió los términos del problema, llevándolos del encuadre de la polarización al de la necesidad de una “Alianza por el desarrollo”, interpelando a la facción no-evista del gobierno a honrar sus compromisos electorales de “pacificación”.

Su discurso (“Unidad más allá de colores y partidos”) y sus implicancias inferenciales (El desarrollo como interés transversal) interpeló a la cochabambinidad más allá de ideologías y partidos. Los mitos evocados: “Hacer de Cochabamba grande otra vez”, “Cochabamba, ciudad jardín”, “Cochabamba, granero de Bolivia”; simbolismos afectivos arraigados en la memoria larga cochabambina.

Su prioridad estratégica fue consolidar el sentido de inminencia del resultado de las encuestas, asegurar con incursiones permanentes en el territorio y con acciones discursivas simbólicas y redes sociales la percepción de una marcha segura hacia recuperar la alcaldía para los cochabambinos.

Las acciones tácticas discursivas fueron aun más contundentes: Visibilizar discursivamente las fisuras al interior del MAS (“Evo no tiene ya el poder para cortar recursos, “El evismo y el pacto de unidad están enfrentados”, “La tesis de Las Alas del Cóndor se impuso a la tesis de “Las dos Bolivias”); no volcarse a entrar en el debate de las mitologías del MAS; generar efecto psicológico de desbande en el MAS (“Hay un gobierno que está tratando de hacer las cosas diferentes a los quince años del evismo”).

El lenguaje estético fue pletórico: La liturgia del barbijo, la interacción proxémica, la noción de familia, los símbolos de la década de oro del municipalismo, nada fue al azar.

Muchas cosas se hicieron diferentes en esta campaña municipal, pero su eje transversal fue la reorganización del encuadre en el cual se desarrolló. El capitán y su cuarto de guerra llevaron el lenguaje, en todos sus niveles, a la contienda.

El autor es Master en Comunicación Política y Gobernanza.

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