La grave crisis de salud que ha creado el coronavirus en todo el mundo deja a su paso serios problemas, conflictos, desgracias y condiciones de vida jamás imaginados; hay, para la mayoría de la colectividad, una pregunta que no tiene respuesta: ¿se podía predecir, hasta hace algo más de dos años, lo que pasaría con la presencia de un fenómeno jamás conocido y que hace estragos en el mundo? Produce daños incalculables que nadie puede sobrellevar, enfermedades, hambre, dolencias de toda laya, división y antagonismos, dolores, angustias y llanto hasta la muerte.
Un presente impensado, no calculado ni esperado, cargado de angustias que puso de rodillas al mundo, llegó a la condición de pandemia permanente con ligeros intervalos que son aprovechados por el virus para lograr más casos. Un presente cuya población, siquiera en un 40%, no acepta someterse a las regulaciones y cuidados, empezando por la colocación de vacunas preventivas. Una población renuente a las incitaciones para evitar que la enfermedad se propague. Un mundo en que nadie sospecha siquiera qué se puede hacer y cómo encarar el futuro que, dependiendo del mismo hombre, podría ser funesto y resulta muy difícil salir del profundo pozo de angustias y enfermedad en que se encuentra.
En todos los países no hay forma de vislumbrar qué pasará, cómo se perfilará, cuánta fuerza y capacidad quedará para seguir soportando el mal y adquirir las energías para continuar en una guerra que se hace más dramática e interminable. Si el presente es tan crucial, con parte de una juventud rebelde, contraria a imposiciones y reglas referidas a preservar la salud al margen del virus, ¿cuáles pueden ser los resultados por conductas ajenas a cuidados requeridos permanentemente para evitar la expansión del mal? Si las condiciones de salud pública son contrarias a la rigidez que se requiere para combatir al virus y no hay medios ni capacidad humana para combatirlo, ¿cómo evitar que las estadísticas de casos y muertos por el Covid-19 no adquieran grandes proporciones? ¿Y cuáles pueden ser los porcentajes de incremento de víctimas si no se han llevado a cabo vacunaciones y otras medidas preventivas? La pregunta de este tiempo es ¿hasta cuándo? Hoy, al no haberse cumplido las reglas, con seguridad que el virus estaría asegurado por lo menos para otros cinco años de vigencia; entonces, ¿qué futuro tienen las siguientes generaciones? O, como creen algunos ingenuos, “el virus terminará por sí mismo, al igual que las gripes que tienen corta duración”. ¿Es que el virus es similar a cualquier estado gripal común y corriente?
La verdad es que –al menos por el momento– es casi imposible hacer cábalas o suposiciones porque no se tiene siquiera el antecedente de que una vez disminuida la contundencia del mal, surja la esperanza de que en tanto tiempo concluya. ¿Qué hacer en esta disyuntiva? Esa pregunta se hacen científicos, médicos y una población llena de esperanzas; pero ninguno acierta con una respuesta siquiera aproximada.