jueves, septiembre 5, 2024
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Caricatura y terrorismo

Aún permanece indeleble en nuestra memoria el asesinato de un caricaturista de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, y 12 de sus colegas más conocidos, perpetrado por tres yihadistas en los atentados del 7 al 9 de enero de 2015, que además dejaron un saldo de 17 muertos en París y su periferia.

Similar suerte corrió el polémico caricaturista sueco Lars Vilks, que en 2007 dibujó la cabeza del profeta Mahoma con el cuerpo de un perro. El domingo 3 de octubre pasado murió víctima de un extraño accidente de tránsito, cuando viajaba en un vehículo civil de la policía, junto a dos policías que lo custodiaban y que también murieron al chocar con un camión cerca de la ciudad de Markaryd, en el sur de Suecia. El artista de 75 años había estado viviendo bajo protección policial después de haber sido objeto de amenazas de muerte por la caricatura. La organización terrorista Al Qaeda ofreció una recompensa de 100.000 dólares por el asesinato de Vilks.

Estos hechos no podrían sino salir de la mente enfermiza de políticos o religiosos fundamentalistas que los cometieron, ya sea para desagraviar la memoria del profeta o de un sensible funcionario público que se ha dado por aludido y, bajo ese absurdo pretexto, se auto confieren la facultad de jueces y verdugos, dando rienda suelta a sus más bajos instintos.

A la luz de lo expuesto, como prólogo de esta entrega, establecimos que el común denominador del comportamiento de estos movimientos terroristas, al igual que los regímenes autocráticos y dictatoriales, es someter a los pueblos a una práctica obsesiva de amedrentamiento y terror, donde la intolerancia hace su papel primordial de substraerles toda iniciativa de diálogo y de humor.

La caricatura es una forma de humor gráfico, esencial en la libertad de expresión donde el artista, empleando este medio expresa el sentimiento de su entorno, hacia distintos acontecimientos de su sociedad y yendo contra esta premisa que reza: “el que se enoja pierde” y “tener carácter, no es tener mal carácter”.

Hace unos días, tuvimos que lamentar la reacción desproporcionada del procurador del Estado contra Página 7, en respuesta a una caricatura de Abecor, (Abel Bellido), publicada en la sección de opinión, mostrando a esa autoridad en sus intentos de negar el fraude de 2019. A través de su cuenta de Twitter, la autoridad señaló que era su “respuesta” y acompañó la imagen de un rollo de papel higiénico sobre el que se ve impresa una de las portadas del medio paceño.

A partir de ese instante, el reconocido caricaturista denunció que, a través de sus cuentas en redes sociales, es víctima de amenazas contra su vida, difundiendo la captura de una segunda advertencia contra su integridad física: “Tu fin ya está cerca, listo bajo tierra Abecor, ni sin bigotes te camuflarás”, indica el mensaje que recibió y el anterior señala: “Estás lok0 enferm0 por el color azul Abecor. Dedíquese a otra cosa o tu muerte será de flores azules”.

Al igual que Abecor, quién no recuerda a los maestros Lusbel, Clovis Díaz, Don José, etc., dignos candidatos al “Premio Gabo”, que galardona al mejor ilustrador, caricaturista y periodista como acaban de hacer con el nicaragüense Pedro Xavier Molina, otorgándole esa presea, en lugar de sembrar terror por una caricatura.

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