El señor Joaquín Tapia Guerra, nos ofrece un revelador artículo sobre la wiphala, en relación con el libro “Las wiphalas del rey” de Vincent Nicolas, investigador y antropólogo belga. El autor de varios otros libros rastrea el origen de esta bandera a través de datos históricos ilustrativos. Es así que cree ubicarlo en “el paseo del estandarte real” en la colonia. Ese emblema se usaba en ocasiones solemnes cual la jura de nuevos reyes. Pompas celebradas con retraso por la enorme travesía desde la metrópoli a América. Según Nicolas no existió una wiphala única y uniforme sino una variedad a lo largo de su presencia en el tiempo.
Visualiza un parecido de dicho estandarte cuando asistía a un Pentecostés en Manquiri con una pintura de la Batalla de Rocroi (1643), mediando un vasto lapso entre ambas. En 1492 es derrotado el Sultán de Granada, ya entonces San Andrés y otros santos eran invocados como guardianes protectores de los ejércitos reales. Encuentra un parecido entre la Cruz de San Andrés y anteriores alegorías de las wiphalas. En la batalla de Lepanto 1571, las huestes cristianas invocaban al apóstol Santiago y también a la Virgen María de las Batallas o del Rosario, cuya veneración trajeron los monjes dominicos. Por esos antecedentes bélicos la celebración de esta Virgen añade a lo religioso una impronta militar. Es venerada en distintas localidades del Altiplano, inclusive en nuestros días, en el mes de octubre de cada año. Aunque el artículo de Tapia Guerra no lo menciona, se puede afirmar que una de las divisas de los famosos tercios de infantería españoles era ajedrezada como lució en las campañas de Flandes.
Según Nicolas, los “cacchas” cuentapropistas y mineros de Potosí asumieron “las armas de un tercio” y que su mente era de apropiación desinhibida “de los símbolos de poder colonial”, tañida además de un curioso ethos “contra los infieles”. Lo señalado, para el autor belga, probaría la duración de los símbolos reales a través del tiempo, aunque con distintos trazos y colores en una especie de “creativa” y múltiple readaptación. De ahí que si se habla de las wiphalas del rey se deba hacerlo en términos de pluralidad y, por supuesto, no unívocos. Por otra parte, la adhesión indígena a ciertas características y símbolos ya referidos, se expresan por ejemplo en los “thinkus” de Potosí, quienes se tocan todavía con una fiel imitación en cuero del casco de los conquistadores, conocido como montera. Este caso no es el único y cuenta con otros semejantes.
Lo anterior sumado a otras acuciosas investigaciones de Nicolas, le permiten pie para afirmar que “aun en las manifestaciones consideradas más autóctonas” está presente el legado del imperio español. Esto es innegable y lo vemos desde la vestimenta, cambiada desde la Revolución de 1952. Las danzas no escapan a la influencia colonial.
El autor del libro en cuestión ratifica las variaciones de la wiphala, aun en nuestros tiempos. La ex presidenta Jeanine Añez le introdujo una flor de patujú, aunque la innovación no tiene carácter oficial. En la República se estandarizó la wiphala. En efecto, en 2009 el DS 241 “consolidó la estandarización”, nos dice Tapia Guerra. Sin embargo, Germán Choquehuanca, también investigador, afirma la naturaleza prehispánica de la whipala, mientras el articulista lo rechaza, munido de los estudios de Vincent Nicolas. Se espera que, tras este profundo análisis, terminen las dicotomías respecto al tema de la wiphala. No decimos polémica porque aún no existe, sin duda por el temor de los entendidos a sufrir persecución y represalias.
Una versión de menor jerarquía que la comentada, relata que en vísperas del Primer Congreso Indigenista de 1945 o 1946, bajo el auspicio del gobierno de Gualberto Villarroel habría surgido la wiphala. Don Gastón Velasco, militante del cogobernante MNR, fue del parecer de dar algún distintivo al evento y se le ocurrió una bandera multicolor, aprobada por sus correligionarios. Velasco era propietario de una fábrica de esa clase de productos. Conforme a la variedad de criterios sobre la controvertida bandera, no se puede descartar del todo esta fuente.
El autor es jurista, escritor y periodista.