lunes, diciembre 23, 2024
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Cambios posibles que precisa la escuela

Estamos siendo testigos de un momento único en la historia. La pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, que nuestro sistema educativo precisa de un profundo cambio. En estas líneas voy a exponer lo que, a mi juicio, habría que implementar desde ya.

Soy una persona muy «tecnológica». Siempre me ha fascinado la forma en que la tecnología se adelanta a nuestras necesidades. El mundo de los videojuegos, por ejemplo, me ha atraído mucho. No soy un jugador empedernido, no tengo tiempo, pero sí le dediqué el suficiente. Como profesional que trabaja con la mente humana y dedicado en parte a la profesión de docente de futuros docentes, decidí investigar más. Y es que la industria de los videojuegos ha sabido aplicar los avances de las neurociencias en su beneficio. Algunos dicen que es porque ese juego es «adictivo». Puede ser, no niego que todo lo bueno es susceptible de crear una adicción, el cerebro busca aquello que le hace sentir bien. Entonces empecé a preguntarme por qué no aplicar lo mismo en la docencia.

En definitiva, el cerebro aprende mejor cuando el método de aprendizaje es emocionante, cuando puedes aprender a tu ritmo, a tu nivel y además puedes compartir lo aprendido con otros con tu misma motivación: avanzar. Fíjense que el «premio» que un videojuego te ofrece por aprender algo es precisamente seguir aprendiendo más. Fuerte, ¿no? Sin embargo, en la escuela de hoy, el premio por aprender es «aprobar», o peor aún, «no reprobar». Y si repruebas, no se te anima a que pruebes una y otra vez a que te salga (mientras te diviertes intentándolo), sino que se te lleva a la «casilla de salida» (repetir curso) con un letrero que te señala como fracaso.

Otro aspecto muy potente de la metodología «gamificadora» de los videojuegos tiene que ver, como ya he dicho, con el que puedes aprender a tu ritmo y a tu nivel. Esto es algo que la tecnología facilita mucho. La docencia online lo aplica como eje principal de su método. Tienes recursos en forma de textos, vídeos, juegos interactivos, autoevaluaciones, etc. No pasas de nivel hasta que el anterior está alcanzado y mientras tienes tutoriales y tutorías presenciales (en videollamada) que te apoyan en tu recorrido de aprendizaje.

En el confinamiento, los docentes han tenido que convertir lo presencial en virtual y se han dado cuenta (o al menos eso espero) de que es totalmente ineficaz pretender que todo el alumnado lleve el mismo ritmo y aprenda en su casa con los mismos métodos que eran usados en la educación presencial. Hemos sido testigos (yo, como padre, así lo puedo testificar).

Y es que el mundo online parte de un paradigma diferente. Es el sistema el que se adapta al alumnado, no al revés. No se trata solo de llevar lo presencial línea lo virtual a través de clases mediante plataformas como Zoom o Google Meet, ni de pasar documentos, actividades y ejercicios a los alumnos a partir del libro de texto de turno. Se trata de crear contenidos a diferentes niveles para que cada alumno lleve su proceso. Evidentemente, no hay que olvidar las actividades grupales (en forma de juego interactivo, por ejemplo). Y, en cuanto se pueda, volver a unas aulas totalmente transformadas en laboratorios de aprendizaje y no en espacios unidireccionales, donde el profesor es el protagonista.

Conste que nada invento. La metodología de «aula por rincones», por ejemplo, lleva muchísimos años inventada. Esta metodología ayuda a alternar el trabajo organizado con el trabajo libre. Los materiales y las propuestas de trabajo que en cada rincón encuentran los niños y niñas hacen posible su interacción con el entorno. El trabajo por rincones responde a la necesidad de establecer estrategias organizativas que den respuesta a los distintos intereses de los niños y las niñas y que, a la vez, respeten los diferentes ritmos de aprendizaje. Los rincones son zonas del aula, adscritas a ámbitos o áreas concretas, en los que pueden realizarse simultáneamente diferentes actividades, bien individualmente o en grupo, posibilitando que la acción del alumnado sea en general, libre y autónoma.

Esto lleva, ineludiblemente, a cargarnos de un plumazo el sistema de evaluación actual, también cualquiera de las leyes que tan bien se redacta en los despachos, recogen la obligatoriedad de evaluar a cada alumno según su propio potencial. Bien, pues si cada uno aprende a su ritmo, la evaluación debe ser individualizada. Nadie se queda atrás.

De nuevo, todas las leyes de educación señalan como importante otro aspecto que luego se olvida, de extrapolar al día a día del aula: el derecho del alumnado a aprender según sus propias fortalezas. Y quién mejor que Howard Gardner y su Teoría de las Inteligencias Múltiples para darnos las herramientas con las que descubrir cómo van a aprender mejor nuestros alumnos y alumnas. Esto lleva de forma directa a olvidarnos de un sistema basado en las «debilidades» para pasar a otro centrado precisamente en lo contrario: en las «fortalezas». Me explico: en vez de tener que generar «aulas de apoyo», donde los niños señalados como «imperfectos» van a «rehabilitarse», veamos en esos niños sus fortalezas y diseñemos actividades en las que puedan participar a su nivel, usando dichas fortalezas para paliar sus debilidades. Online o presencial da igual: es una cuestión de esfuerzo en el diseño.

Y de nuevo nos cargamos el sistema de evaluación actual, más centrado en la capacidad memorística del alumnado, que en lo que verdaderamente importa: saber resolver problemas de la vida mediante habilidades y destrezas propias y/o ajenas.

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