No contentos con violarla, someterla, mancillarla y ponerla a su exclusivo servicio, los masistrados encargados de proteger y respetar a la diosa griega que representa la ley, el orden y la justicia divina, con vocación de proxenetas y rapacidad de halcones, la prostituyeron hasta el extremo de hacerla encubridora de las más execrables vilezas y perversiones.
Es el caso del tal llamado psicópata sexual Richard Choque que, en noviembre de 2013, secuestró, violó y asesinó a Blanca Limachi de 20 años, crimen por el que fue condenado a 30 años de presidio, sin derecho a indulto y trasladado al penal de San Pedro. Extrañamente, aprovechando la denominada vacación judicial, en el año 2019 el juez Rafael Alcón Aliaga le otorgó detención domiciliaria por 18 meses, arguyendo una enfermedad terminal de gastritis y asma, a pesar de que su condena tendría que haberse cumplido recién el 12 de febrero del 2045.
Dicho “beneficio judicial” permitió que este homicida retome sus siniestras actividades y, luego de secuestrar a dos jovencitas en 2021, las asesinó y enterró en su propio domicilio. El mismo pedófilo, ya detenido, la pasada semana habría confesado que otras seis niñas habrían corrido la misma suerte, al margen de unos 77 casos criminales de casi igual magnitud.
Por más apoyo y protección política con el cual haya contado el juez Alcón, a más de ser el hermano del Presidente del Consejo de la Magistratura, la corporación que elige y suspende a los jueces, ¿por qué asumió la enorme responsabilidad mencionada, pudiendo derivarla a una Sala Penal para su revisión? ¿Acaso no tenía, al menos, el deber de hacer cumplir la detención domiciliaria del asesino?
Lo cierto es que lo más horrible de la justicia boliviana acaba de ser demostrado por un juez, sin ética ni valor, con el daño que este hecho puede infligir a nuestra sociedad, sin reparar siquiera en el dolor y la desesperanza que diariamente se nos muestra sin rubor alguno. La misteriosa desaparición del expediente del psicópata Richard Choque explica más que superabundantemente lo expuesto.
Baste recordar el ominoso pasaje de la juez Pacajes que, durante una reunión social, bajo el influjo de Johnny Walker, confesó que siete años antes de esa insólita borrachera, condenó a al médico Jhiery Fernández a 20 años de prisión por la violación y muerte del niño Alexander, siendo que este joven galeno era inocente y víctima de una acusación infundada, según el Fiscal General del Estado.
De nada serviría volver a recordar los fallos judiciales que en estos últimos años destruyeron vidas y honores de bolivianos que no tuvieron la suerte del Dr. Jhiery Fernández, de librarse de la cárcel, empero, pagaron muy caro la furia de los sicarios judiciales que les destrozaron el honor y la vida, sino volvamos a anotar lo que está ocurriendo con la expresidenta Añez; el exalcalde Revilla, y muchas otras víctimas que vienen sufriendo la violación de la diosa Temis.