domingo, julio 28, 2024
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No obstante lo sufrido, el mundo sigue amenazado

Desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, quedó un mundo por reconstruir y ciudades que reingresar en ritmos normales de desarrollo y progreso. Han pasado muchos años y los gobiernos no olvidan lo padecido y viven pendientes de nuevos conflictos, del posible estallido de nuevas guerras, de situaciones que obliguen a muchas naciones a vivir pendientes de nuevas amenazas de bombas y de la más sañuda fabricación de armas que servirán para destruir y matar más pueblos. Parece imposible una forma racional de encontrar caminos ciertos de concordia y menos la posibilidad de asegurar que toda amenaza a la paz está latente y pende sobre el hombre en forma permanente.

Cuanto más sufren los pueblos con lo ocurrido, pesa más sobre los ánimos la certeza de que son muy fuertes los sentimientos de soberbia que alteran la vida de los pueblos¸ son mayores las condiciones para que cualquier mal se apodere otra vez del mundo y deban ser encaradas nuevas y mayores dificultades; sin embargo, poco o nada se hace por variar y mostrar disposición a fin de trocar formas de ser y llegar a conclusiones para que lo bueno del ser humano predomine y se imponga lo que debe ser parte sustantiva de la vida de las naciones, como son la paz, las libertades y los bienes de la justicia.

Examinar el panorama mundial es llegar a la conclusión de que los problemas existentes siguen en aumento y tanto a nivel de las naciones que conformaban la URSS, como en diversos sitios del orbe. No hay forma de conciliar posiciones y los problemas se agudizan hasta el extremo de haberse iniciado acciones bélicas e invasión por parte de Rusia a Ucrania. Entretanto, las naciones que poseen grandes instalaciones para fabricar armas continúan su acción de investigar y crear más armamento que sea capaz de aumentar el poderío de quienes inicien cualquier acción bélica; por parte de cada nación rica y poderosa en armamentismo, las declaraciones a favor de la concordia y la paz entre naciones no cesan.

El hombre, como corolario de sus ambiciones y soberbia, sufre por hambre, enfermedades y males de toda índole que aumentan porque son miles los muertos por día y suman millones los contagiados por el covid-19 y los hospitales se ven colmados de enfermos que requieren más atención. Los pueblos se preguntan ¿qué hacer en estas circunstancias?, cuando se requiere remedios y soluciones que sean humanas. ¿No es posible una paz permanente y constructiva para reconstruir lo mucho destruido y mejorar lo que necesitan los pueblos?

Innegablemente, no le queda otra solución a la humanidad que recurrir a la conciencia general de la población; es decir que cada quien, en el sitio que le corresponda en la vida, tome conciencia plena de lo ocurrido, para llegar, irremediablemente, a la situación en que todos debemos cambiar lo malo que tenemos, por virtudes y principios para comprender y sopesar lo pasado. Debemos entender a cabalidad la realidad vivida y valorar cuánto y qué puede esperar la población con la repetición de lo ocurrido, y que podría tener contornos y consecuencias mucho más graves que lo sufrido hasta ahora.

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