lunes, septiembre 2, 2024
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¡Adiós, amigo!

La semana pasada encontré en una página de EL DIARIO la ingrata noticia de la partida final de mi compañero en la UMSS de Cochabamba, Edwin Tapia Frontanilla. Él estudiaba Derecho y yo Agronomía, pero siendo dirigentes universitarios compartimos una gran amistad. ¡Bueno! Estamos en la etapa final de nuestras vidas, por las reglas naturales a las que estamos sujetos todos.
Como mi homenaje a Edwin, comentaré hoy su libro PRENSA, SOCIEDAD Y ESTADO, (primera edición, Grupo Editorial Kipus, octubre 2015), el cual muestra su calidad intelectual.
Inicia su presentación recordando que este trabajo fue posible gracias a que durante 27 años fue director de Opinión, diario cochabambino de circulación nacional. En ese tiempo «escribí quizá ocho mil editoriales y aproximadamente mil doscientos ensayos breves que se publicaba los domingos». Claramente un material de referencia impresionante.
Uno de los temas tratados en este amplio texto fue el «papel del individuo en la Historia», en el cual él reflexiona sobre el hecho de que como ser pensante es el que ha contribuido a cambiar a la humanidad en su conjunto, pero nos hace notar que «en la Segunda Guerra Mundial murieron más de cincuenta millones de personas, ¿a cuántas de ellas recuerdan los historiadores, los políticos y los artistas?». Como ciudadano común, mi respuesta es: sin duda a muy pocos.
Otro tema que toca es «reflexiones sobre la virtud», y luego sigue: «hace apenas dos décadas, bajo la influencia de corrientes ideológicas unilaterales y mecanicistas, pensábamos que para ser virtuosos o revolucionarios bastaba ser pobres». Añadiendo: «filósofos y políticos respetables nos dijeron que la sociedad del futuro, el paraíso socialista, sería construido por el proletariado, por los explotados del mundo». Claramente era una visión muy romántica, ya que los denominados «países socialistas» han demostrado que no hacen prósperos a sus ciudadanos.
También comenta: «las proyecciones de la inteligencia», una de sus reflexiones es que «es posible que en las relaciones humanas que ocasionan las desigualdades exista un componente cultural, en lo esencial, se trata de particularidades genéticas que existen a despecho de la voluntad de las personas. Todos, en una concepción estática de nuestra biología, correspondemos a la misma especie. Pero, siendo categorías individuales, somos únicos e inimitables. Cada uno de nosotros reacciona con sus propias peculiaridades y proyecciones auténticas ante iguales estímulos y desafíos». Simplemente, una gran verdad que nos demuestra la vida diaria.
Su preocupación como intelectual sobre el destino y la calidad de vida en Bolivia se revela en su párrafo: «divagaciones con pretensión filosófica acerca de nuestro destino», en torno a lo cual escribe: «lo que actualmente sucede en Bolivia, en ámbito todavía del Siglo XX, es un fenómeno difícilmente explicable. Todos perciben las ineficiencias y deformaciones de la organización establecida y, en ese contexto, el comportamiento de los grupos y de las personas es resignado y pasivo, muy pocos hacen lo necesario frente al atraso y a la pobreza. En la dimensión culpable de esa conducta, podemos decir que lo determinante es lo que hace o deja de hacer la gente. En última instancia, Bolivia es lo que somos los bolivianos».
En resumen, Edwin escribía sobre los diferentes temas económicos y sociales del país y del departamento de Cochabamba, confrontado ante la lectura de los informes que llegan a los medios de comunicación y sobre los cuales las páginas editoriales deben reflejar opiniones para contribuir a mejorar nuestras instituciones y, en última instancia, para sugerir nuevos rumbos en la historia nacional.
Una vez más: ¡Adiós, amigo!

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