lunes, julio 8, 2024
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Mitomanía recurrente

La mitomanía, desde hace algún tiempo, es una actitud recurrente en la actividad política nacional, en democracia restituida hace aproximadamente cuarenta años. Con mayor fuerza y destreza, posiblemente. Ello se ha visto, lamentablemente, en los más altos niveles de ese quehacer. En los niveles de dirección partidaria, obviamente. Nada que ver en los niveles de base o militancia. Éstos solamente escuchan y actúan. Son instrumentos creados para la confrontación, para las caminatas o para llenar ánforas. Aquellos lo asumen sin el menor temor ni rubor ante la ciudadanía, ante los electores y menos ante la historia, cuyo juicio siempre es lapidario, en todo caso. Los mitómanos andan sueltos, sembrando falacias y calumnias. De esta manera pretenden ganar terreno, con miras a los próximos eventos electorales.
Es un recurso que les permite sobrevivir a quienes practican, a tiempo completo, ese quehacer. A quienes han vivido y viven succionando los recursos del erario público. A quienes jamás se ganaron la vida derramando una gota de sudor. A quienes están acostumbrados a medrar de lo fácil. En consecuencia, recurren a ese despropósito, los que tratan de evitar el juicio o la condena de la historia. Los que buscan persuadir, a las generaciones del presente y futuro, con sus versiones personales e interesadas. Los que no admiten la verdad histórica. Los que no se ubican en la realidad imperante.
Vivimos tiempos de mitomanía. Proliferan, acá y acullá, los argumentos y poses de tipo mitómano. Los políticos, con raras excepciones ciertamente, contaminan con sus embustes la palestra, que propicia los debates más trascendentales y esclarecedores, de ideas e ideales, de propuestas e inquietudes, inherentes al presente y futuro de la vida nacional. La verdad parece que no tuviera asidero para ellos.
Tuvimos conocidos mitómanos que tergiversaron la verdad histórica. Que manejaron, en el marco de sus intereses mezquinos, versiones sesgadas y alejadas de la realidad boliviana. Jamás se condujeron con honestidad ni transparencia. Mintieron descaradamente ante el pueblo, en democracia y dictadura. Ahora, por si haya duda, la población, de la urbe y del campo, está politizada. Lo que no ocurría en tiempos autoritarios.
Nos hicieron creer, hace más o menos 17 años, que el país tenía en el departamento Tarija la reserva de gas más grande del mundo. Que fuerzas externas habrían reiterado su interés por controlar tales recursos naturales no renovables. Otra ocurrencia: que en esa misma región, según palabras de un ex dignatario de Estado, “había un mar de gas” (EL DIARIO, agosto 10 de 2020). Pero el gas se “hizo gas”. Ya no volverá el boom gasífero, para nuestra desgracia. Ahora nuestros minerales han empezado a repuntar en el mercado internacional. Increíble, pero cierto
Todas estas versiones corresponden a la cultura de la mitomanía. Versiones interesadas en confundir a la ciudadanía. Que desviaron la atención de la opinión pública nacional e internacional. Que despertaron falsas expectativas y desilusionaron a más de once millones de bolivianos. Por todo ello carecen de credibilidad.
En suma: con la verdad se construye y con la mentira se destruye. Ojalá se reimponga la verdad con miras al futuro.

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