Todo muestra en estos días de la guerra Rusia-Ucrania que las mayores víctimas son niños. Ni Ucrania ni Rusia han podido ocultar esta realidad en que la niñez muestra su dolor y angustias ocasionadas por sus mayores. Nos referimos a ellos, por ser niños, por su inocencia y candidez, por su calidad con alma y corazón siempre propensos a creer, a confiar. Se hace difícil concebir que haya tanta maldad e inquina en quienes deciden lanzar bombas y utilizar todo tipo de armas contra escuelas, hospitales, sitios de recreo, parques en los que se han establecido, viven, juegan, ríen y lloran niños y jóvenes, cuyos sentimientos nadie quiere sentir para dar fin a una guerra en la que ninguno de ellos tiene culpa alguna. Son niños que padecen hambre, enfermedades y angustias por la pérdida de sus padres.
Sin embargo, a los promotores de la guerra les importan más sus intereses y la forma de conseguir victorias en batallas que han costado mucho dolor. Rusia vive obnubilada por el fragor de la lucha y espera resultados que, con seguridad, significarán más víctimas con mucha sangre, dolor y muerte. Cada uno en su medio y conforme a sus sentimientos, recoge la amargura y el dolor de los que ven derramada la sangre de sus semejantes y ven que no hay compasión por los que sufren; prevalece la indiferencia, como si ellos mismos no estuvieran expuestos a los rigores de la guerra.
Los políticos, los gobernantes, por lo que dejan hacer y dejan pasar demuestran no tener familia ni saber de seres queridos que esperan el final de una guerra monstruosa, inútil y sin sentido, que cobra víctimas inocentes y derrama la sangre de heridos que seguramente esperaban mayor humanidad de los invasores que, cegados por sus ambiciones y odios, no pueden ni quieren dejar sus resentimientos y rencores, no saben de perdón ni de caridad.
Los frentes están claramente divididos; oriente y occidente: los unos, invasores decididos a matar y destruir, aunque seguramente con las almas laceradas por no estar de acuerdo con lo que se ven obligados a hacer; los otros, de occidente, contrarios y a la defensiva, pero dispuestos a no declinar en su lucha porque, se dice, no aceptarán que el comunismo vuelva a sentar reales en el mundo y están dispuestos a retomar todos los poderes.
En ambos bandos, hay que suponer cuánta amargura y dolor habrá por los dolores sufridos, especialmente los que saben el significado y las consecuencias de la guerra; pero, obcecados, los dirigentes siguen dando órdenes, sin importar el costo que será muy alto, sin sentir dolor por los que sufren y amargados porque observan, casi resignados, cómo mueren niños y jóvenes, cuántos caen muertos y heridos. En ambas partes hay gente con sentimientos, pero, obcecados, persisten en una lucha que podría tener consecuencias muy peligrosas, dadas las amenazas lanzadas por Vladimir Putin que, según sus propias declaraciones, estaría dispuesto a la destrucción total.
Las mayores víctimas de la guerra, los niños
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