jueves, agosto 1, 2024

Ser de pueblo

El 21 de marzo es el Día Internacional de los Bosques, lo que en mi colegio llamábamos el Día del Árbol. Pero también es día para hablar de la vida rural y del campo…
Mi pueblo en España está rodeado de pinar, vega y roca de granito, un contraste tan amplio como nuestra biodiversidad. Tras un devastador incendio en 1986, cada 21 de marzo hacíamos una excursión para plantar árboles que había preparado el guarda forestal y después comíamos bocadillos y hacíamos juegos. Estudié en un Colegio Rural Agrupado con dos cursos por clase. Ojalá todos los niños de entornos urbanos tuvieran la oportunidad, cada año, de tener al menos un día de integración con la naturaleza. Porque el campo es la vida misma, pero en nuestro caso, éramos niños de campo, niños de pueblo, niños con suerte. No recuerdo todas las zonas de nuestro término municipal donde plantábamos árboles los 21 de marzo, pero sí algunas, y reconforta verlos crecidos. Algunos se volvieron a quemar hace tres años, pero, en cualquier caso, esos árboles son nosotros mismos, que también hemos crecido.
Tiempo después acabé en Madrid haciendo el bachillerato. Podría haber esperado hasta los 18, pero el incipiente e inexplicable fracaso escolar que llevaba en el centro asignado desde la Consejería, me forzó a salir de casa antes de tiempo. Porque esta es otra de las circunstancias de vivir en zonas rurales. La educación es pública y gratuita, pero únicamente en el centro asignado, en mi caso de secundaria, a 30 Km.
Con 16 años dejé de vivir con mis padres para irme a estudiar a un instituto del centro de Madrid. Allí, en un instituto de un barrio tan respetuoso, tolerante y liberal como Malasaña, un profesor me dijo una vez «no se nota que seas de pueblo».
¿Cómo?
Ser de pueblo es una condición, pero no un adjetivo, es lo que respondo ahora cuando alguien dice algo sobre la gente de pueblo. Por supuesto le añado un «yo soy de pueblo», a lo que suelen responder, como aquel profesor: «pues no se te nota». Otras veces se han creído que, por ser de pueblo, pero haber estudiado, mi familia tenía un cortijo o algo similar. Y entonces me doy cuenta de la necesidad de este tipo de artículos.
Directa o indirectamente nuestras familias en el pueblo viven del campo. Eso supone trabajar al aire libre, pasar frío o calor, pero, además, mirar al cielo para tomar las mejores decisiones. Desde cortar leña antes de que llueva para poder venderla seca, hasta sembrar o cosechar en el momento óptimo. O «simplemente» que llueva para que haya pasto natural durante más tiempo y el ganado no necesite piensos. Esta variable meteorológica para tomar las mejores decisiones de inversión, no la enseñan en las escuelas de negocio que rodean el Paseo de la Castellana de Madrid. Sin embargo, cada día mi padre tenía que ver el programa del tiempo como parte de su rutina profesional. ¿Piensan en esto los políticos cuando legislan? ¿Piensan en esto los profesores de riesgos empresariales más allá del agroseguro? Una tormenta o una lluvia inesperada, pueden fastidiarte miles de euros con los que esperabas dar de comer a tus hijos. (Continuará).

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