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Compartir es lo importante

Infatigable defensor de los “sin techo” en Francia, el Abate Pierre fundó las comunidades de Emaus para mejorar la vida de los más desfavorecidos. Lo conocí en el verano de 1955, en París, para donde había conseguido una beca para estudiar Lengua y Cultura francesas… Quizás ese encuentro ayuda a comprender una de las pocas constantes a lo largo de mi vida, compartir. Estos artículos, mis clases y mi blog no son sino el ansia de compartir lo que busco, lo que encuentro, lo que me afecta y me golpea en un mundo con un modelo de desarrollo que no me gusta. Pero ninguna protesta sin propuesta alternativa.
Quizás, también, porque escuchando a aquellos maestros, en París… un oscuro sacerdote precisó con naturalidad la enseñanza que mis hermanos y yo habíamos vivido junto a nuestra madre: eran tiempos de hambre después de nuestra guerra y ella cocinaba todas las semanas una enorme olla que, junto con un trozo de pan, repartíamos a los pobres que se sentaban por las escaleras desde el portal hasta el segundo piso en donde vivíamos; nuestra madre visitaba en el hospital a los enfermos que no tenían familiares, aprendió a hablar con las manos para defender a una mujer sordomuda apaleada por su marido; cuando mi padre conseguía harina o aceite, él ya sabía que se harían partes para otros familiares y amigos enfermos o más necesitados.
El Abate Pierre fundó la primera comunidad de Emaus en 1949. Su constancia a favor de los derechos de los más pobres le ha valido el cariño y la admiración de toda Francia. Había nacido en 1912 en el seno de una familia numerosa y acomodada. Estudió en los jesuitas hasta que a los 19 años entró en los capuchinos, la más pobre de las órdenes mendicantes, pero tiene que abandonar la orden por enfermedad poco después de ser ordenado y asignado a la diócesis de Grenoble. Durante la ocupación nazi, entra en la clandestinidad y colabora con la resistencia. Incluso llega a ser detenido por los nazis, pero logra escapar a Argelia. Luego, es elegido diputado en 1945.
Su verdadera obra comienza cuando funda la primera Comunidad de Emaus, un hogar para pobres, el primero de una organización que ahora tiene albergues en 50 países del mundo. En 1954, lanza su famoso discurso en Radio Luxemburgo a favor de la «insurrección de la bondad» a causa del terrible invierno del 54, que afecta a muchas personas de la calle. Cuarenta años más tarde, volvió a subirse a la escena para denunciar «el cáncer de la pobreza», lanzando una segunda petición de ayuda para los 400.000 «sin techo» de Francia y por el derecho de todos a la vivienda.
Su lucha por los «sin hogar» ha tenido como escenario la calle, la televisión, la radio e incluso la Asamblea Nacional francesa, donde intervino hace algunos años. Fue nombrado Gran Oficial de la Legión de Honor francesa, aunque en 2001 se negó a llevarla para protestar contra el rechazo del Gobierno a proporcionar alojamiento a los «sin techo» cediéndoles viviendas vacías. En 2004, se le elevó la condecoración a Gran Cruz de la Legión de Honor.
Cuando ahora asistimos a los movimientos a favor de las personas sin hogar, es imposible no reconocer la inmensa labor que durante más de medio siglo ha realizado este sacerdote humilde y auténtico que abrazó sin reservas la causa de los más pobres. No fueron fáciles sus relaciones con la Jerarquía eclesiástica, por su libertad y autenticidad que le llevó muchas veces a actuar al margen de la ortodoxia vaticana. En el último libro en forma de entrevista se manifiesta de una libertad de espíritu que impresiona y emociona. Por encima de todo, defendió la causa de la justicia y los derechos de todos los seres humanos sin distinción alguna. Además, estaba el reconocimiento que el Papa Juan XXIII había hecho de su persona y de su obra. Cuando era Nuncio en París lo visitaba para sentirse «cerca del auténtico testimonio de Jesús… y poder respirar el aire del Evangelio».

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