sábado, septiembre 28, 2024
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A propósito de las aguas del Silala

En los días previos, concluyeron los alegatos orales ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, respecto a la demanda y contrademanda entre Chile y nuestro país. Las particularidades jurídicas, en nuestro criterio, están claramente explicadas por Windsor Hernani Limarino, en una nota de fecha 13/04/22, en el medio Página Siete.
Pero la ocurrencia de los manantiales, como el caso del Silala, en un ecosistema, donde la precipitación anual media es menor a 100 mm/año, solo puede explicarse a partir de los enormes acuíferos existentes en la región del sudoeste boliviano (estamos afirmando que la recarga anual periódica de estas fuentes es mínima o inexistente). Entonces, si bien el diferendo bilateral, de las aguas sobre un manantial que genera escorrentía superficial y forma un río, hoy es tema de interés nacional, éste solo representa una idea (ocurrencia o manifestación diríamos en términos técnicos) del enorme potencial acuífero que existe en esta región.
Chile, en términos estratégicos de geopolítica, siempre ha tenido ventaja respecto a nosotros. Ventaja basada en investigaciones y en conocimiento, principalmente sobre los recursos naturales (agua, minerales, etc.), un ejemplo es el conocimiento sobre el enorme potencial de cobre, existente en la Región II chilena (antes territorio boliviano), que sin duda fue parte de los intereses del conflicto bélico (similar a lo que hoy pasa en la invasión de Rusia a Ucrania). En este escenario y sin mayor visualización del contexto regional (alguien diría: Miramos el árbol en frente pero no el bosque), hoy nuestra sociedad en general se plantea debates sobre la demanda chilena-boliviana, esperanzada en algún resultado positivo (es impreciso saber cuál podría ser éste).
Entonces, si miramos el contexto regional, estamos en condiciones de afirmar que los manantiales del Silala (uno más de muchos que forman bofedales de la región), forman parte del Sistema Acuífero Transfronterizo Ollagüe–Pastos Grandes, el cual innegablemente es compartido con Chile (entiéndase bien el “acuífero”). En términos estrictamente técnicos, éstos acuíferos son libres y/o confinados y se presentan en rocas volcánicas y fracturadas de edad Terciaria, que corresponden al Complejo Volcánico Altiplano-Puna (AVCP, por sus siglas en ingles), Complejo a ambiente volcánico que es compartido por Bolivia, Chile y Argentina. Este es el contexto geológico regional (e hidrogeológico) que debe ser la base para cualquier análisis sobre los recursos hídricos de la región. Entonces, ¿qué falta?
Faltan investigaciones, falta conocimiento; conocimiento de un campo que se conoce como las geociencias, que además tienen carácter estratégico para el Estado por definición. Lamentablemente, este parece ser un campo amplio y desconocido para nuestros gobernantes.
Si el diferendo hoy con Chile está sobre la base de un recurso hídrico de 170 Lt/seg, poco más de 145.000 m3/día, (caudal similar al acueducto del río San Juan que abastece parcialmente a la ciudad de Potosí, que a propósito, también tiene origen en acuíferos en terrenos volcánicos), ¿qué puede hacer Bolivia para planificar el uso de un mayor y gran potencial hídrico que existe en la región? En el contexto del Cambio Climático y la reducción continua de fuentes de agua dulce, esta es una cuestión que el Estado boliviano debe considerar seriamente y responder.
Si hoy nos preguntamos ¿qué haría Bolivia con las aguas del Silala?, la respuesta es incierta. ¿Solo revitalizar los bofedales?, claro que es importante, como acción de conservación de humedales y en el inmediato tiempo no existe otra opción, pero no es todo. La región de Lípez tiene un enorme potencial geológico y minero, lo cual no es solo poético, recuérdese que la mina en producción más importante en Bolivia (San Cristóbal) y los recursos de Litio, junto con otros ya descubiertos, se encuentran precisamente en esta región. Chile requiere y ocupa gran parte del agua para la industria minera y el resto para consumo humano que demanda esa actividad. Bolivia podrá planificar el uso de estos recursos sobre la base del desarrollo de proyectos mineros (medianos y grandes). De lo contrario nos veremos como un país que quiere afectar o negar el uso de aguas del Silala, por simple capricho en soberanía.

El autor es Consultor Geólogo en geología, minería y medio ambiente.

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