La guerra de Rusia contra Ucrania ha causado la preocupación de toda persona consciente del mundo, porque a nadie le pasa desapercibido lo que podría pasar con un obsesionado como el presidente ruso. Vladimir Putin está seguro de que ganará y que nadie se interpondrá en sus propósitos. Por su parte, EEUU “abrió las compuertas de los depósitos de armas” y empezó a enviarlas. Un último envío consiste en tanques y aviones, al margen de armamento que implica la inversión de mucho dinero norteamericano y, según parece, ya nada importa con tal de que el cuestionado gobernante ruso pierda.
Hay preocupación en la mayor parte de las naciones por lo que pudiese ocurrir, puesto que se recuerda un pasado de tan solo 50 años para lamentar cuánta gente murió, cuántos heridos hubo y cuántos miles de niños menores quedaron en la orfandad. Ni qué decir de las pérdidas cuantiosas que muchos países sufrieron por esos y otros conflictos, puesto que cualquier guerra deja, indefectiblemente, solamente saldos en que los quebrantos son infinitos, las lágrimas corren a raudales y el dolor de muchas familias permanece por mucho tiempo. Cabe recordar que las guerras Irán-Irak, Afganistán-Rusia Siria–Francia u otras naciones están latentes en las memorias y en cada caso están los temores de que no se encuentre paz permanente y esos conflictos, por lo que fuere, podrían retomar energías; pero, ¿hasta cuándo?
Y el mundo, consciente de su rechazo a toda guerra, acepta impávido y resignado que la guerra continúe y adquiera contornos muy graves. Lo cierto es que la realidad presenta una cara sombría, porque Putin en momentos de exaltación se atrevió a decir que “no se puede dudar hasta de un conflicto nuclear…”.
Ante estas palabras, ¿qué pensar? ¿De qué puede sentirse segura la humanidad? ¿Qué se podía esperar de alguien que, como último recurso y hasta por venganza, estaría dispuesto a dar curso a una primera bomba de destrucción masiva? Casi automáticamente, surge la idea de una respuesta y la seguidilla de otras, que se encarguen de destruirlo todo.
Así, en medio de una conflagración mundial, ¿quiénes y qué pueden hacer? ¿Qué resultados habrá y quiénes los cuantificarán?