lunes, septiembre 2, 2024
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La verdad como fundamento de la justicia

La búsqueda de la verdad constituye el cimiento para una adecuada administración de justicia. La verdad, al tener un trasfondo filosófico, requiere de una adecuada racionalización de conceptos, para que, con ello, la justicia llegue a aproximarse –de forma coherente y clara– a la verdad.
De la consecución de la verdad surge uno de los dilemas éticos y morales más importantes de la historia de la humanidad. ¿A qué podemos llamar verdad? Con el paso del tiempo, la verdad como valor universal ha ido mutando según los requerimientos de una sociedad cada vez más desordenada y desequilibrada. Es por ello que la verdad, muchas veces, queda relativizada según los «requerimientos» o «caprichos» de colectivos sociales, políticos o, incluso, hasta ecológicos.
Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XIII) señalaba al respecto: «La conciencia es el reducto irreductible, donde la propia libertad halla por sí misma esa liberadora verdad». Queda claro que la verdad tiene en la conciencia su sustento y baluarte. Si la conciencia es aplacada o silenciada por voces ligadas al poder, su búsqueda queda truncada, pues se suplanta la veracidad por la ambición; como consecuencia de ello, la justicia queda atada intrínsecamente a la mentira y si el aparato judicial no basa sus preceptos en la consecución de la verdad, entonces deja de impartir justicia, para convertirse en sinónimo de abusos, mentiras y corrupción.
Es necesario cambiar de manera radical la percepción del derecho y la justicia, no basta con cambiar leyes o códigos, es necesario fundamentar la administración de justicia con preceptos éticos fuertes y eso solo se logra desde las aulas universitarias. Lastimosamente, resulta muy difícil hacer un cambio en lo que ya se encuentra estructurado con base en la mentira. El cambio de normativa solo llegaría a buen puerto si se tiene de por medio juristas moralmente probos y rectos.
¿Qué hacer mientras tanto? Lastimosamente no existe una respuesta única ni receta mágica; quizás endurecer sanciones a funcionarios corruptos, instaurar oficinas de Defensoría del Pueblo en los juzgados y en la fiscalía, pero, aunque se diera todo ello, solo serían medidas paliativas.
La justicia y la verdad, en su dimensión filosófica, siguen siendo pilar de la sociedad, pues, aunque el engaño y la mentira sean una constante en el aparato judicial, no pueden ser borradas, ya que forman parte de los cimientos mismos de la humanidad. El cambio, por ende, no pasa solo por activismos o reclamos, pues éstos solo generan cambios de autoridades y lo que realmente se necesita es un cambio de mentalidad, cambio que solo puede ser logrado a través de un proceso educativo. Sin embargo, mientras el poder político sea el bien a guardar, la justicia seguirá siendo la prostituta del poder.
Entonces, ¿qué hacer?

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.

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