miércoles, julio 24, 2024
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Colombia: entre lo malo y lo peor

Quizá en una reacción atolondrada podría expresar mi complacencia por quien en Colombia puede ser en las próximas semanas electo como presidente, y es que no lejos de las probabilidades, y siempre en conformidad con los guarismos que la primera vuelta de las elecciones generales han dejado, Rodolfo Hernández podría ser el preferido del electorado en segunda vuelta; pero, por principio ideológico y por higiene mental, jamás podría favorecer ni con el pensamiento, por muy íntima que esa forma sea de engañar al resto del mundo, a alguien que proclame a voz en cuello su admiración por el “gran pensador alemán Hitler”. La sola revelación de su preferencia por el trapacero que con Stalin comparte méritos por ser uno de los más sanguinarios de la historia, su temperamento soez y su decantación por un capitalismo salvaje, anulan cualquier posibilidad de aquello.
Esa es la diferencia que los militantes del socialismo del Siglo XXI ignoran o pretenden ignorar siempre que, ante su desconocimiento doctrinal o con intencionada malicia, confunden la derecha secante con el liberalismo, que es una corriente política respetuosa, como ninguna otra, de la libertad, así como de la limitación del Estado en las relaciones económicas.
Consiguientemente, el potencial presidente de un país como Colombia resulta una amenaza para su futuro principalmente político en los próximos años, de manera que sus antecesores, en cuyas administraciones la corrupción fue moneda corriente, podrían quedar cortos si el ultraconservador y acaudalado empresario finalmente accede a la Casa de Nariño.
Pero al frente se sitúa Gustavo Petro, que por tercera vez intenta llegar a la silla presidencial, luego de un pasado lúgubre como miembro del movimiento guerrillero M-19, que por muchos años ha sembrado el terror y luto en la cálida Colombia.
Así, el escenario político de ese país no es como para envidiar, porque Iván Duque, militante de la derecha, no hizo ningún mérito como para pensar que un nuevo gobierno de esa misma tendencia pueda hacer algo por un cambio que toda Colombia persigue. La administración Duque fue sin duda un golpe certero a las aspiraciones de una distribución de la riqueza con justicia social, pero principalmente a la vigencia plena e irrestricta de los derechos humanos, haciendo que su gestión tuviera más bien que ver con un retroceso de las libertades democráticas que con un avance en las políticas económicas que el ultra conservadurismo no puede resolver, si no a costa de los sectores más empobrecidos.
El 19 de este mes se le juntará a Colombia el lavado con el planchado, es decir la concentración de dos alternativas sin ser ninguna la redentora, definiendo la elección. Si Hernández es quien sí se alza con el triunfo, no puede esperar mejor gobierno que el de Duque; de hecho, estará gobernada por un neonazi violento y de malos antecedentes en su desempeño como alcalde de Bucaramanga.
Si la elección se decanta por Gustavo Petro, menos probable, pero posible en el juego de la política que suele ser sorpresiva, Colombia tampoco tendrá muchos motivos de festejo, pues no es para presumir ni augurar gran gestión, teniendo a la cabeza al ex miembro prominente de la guerrilla colombiana que pasará a formar parte de ese inaudito club de socialistas del Siglo XXI, con tinte populista, discriminador y vulnerador de los derechos humanos.
Es probable que en Colombia el ciclo de la derecha haya entrado en un receso; es solo probable. Lo que es seguro es que ese hecho, por las leyes evolutivas de los pueblos y los azares de la política que es más dinámica que en otros contextos geopolíticos, en algún momento llegará. Es sueño imposible aspirar a un nuevo Alberto Lleras Camargo, pero Rodolfo Hernández podría ser una versión mejorada del uribismo, como Gustavo Petro una extensión de Daniel Ortega. ¡Antecedentes para uno y otro no faltan!

El autor es jurista y escritor.

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