viernes, septiembre 27, 2024
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Ser nosotros mismos como personas del camino

Hoy, cuando tanto se habla de la necesidad de “realizarse” y de ser auténticos, es hermoso constatar lo que escribe López Quintés: authentikós es el que tiene autoridad y ésta deriva de augere, promocionar. Es decir, que “tiene autoridad sobre alguien el que lo promociona o promueve”, por lo tanto, “auténtico es el que tiene las riendas de su ser, posee iniciativa y no nos falla porque es coherente y nos enriquece con su modo de ser estable y sincero”. No nos resistimos a copiar lo que sigue: “Para poseer ese tipo de soberanía el hombre tiene que aceptarse a sí mismo con todo cuanto implica; acoger su vida como un don; recibir y asumir como propias una existencia y unas condiciones de vida que no ha elegido: cualidades, sexo, familia, nación… Esta vida recibida hemos de aceptarla con todas sus implicaciones: la necesidad de configurarla por nuestra cuenta, orientarla hacia el ideal adecuado, crear vida de comunidad, realizar toda una serie de valores que nos instan a darles vida… Si respondemos a esta llamada de los valores nos hacemos responsables”.
Esto es, vivir en diálogo constante, abierto generosamente a los demás en su afán de vivir con plenitud. En eso consiste el voluntariado y, si hemos copiado esta larga cita es porque entendemos que “las cosas buenas no son de su dueño sino del que las necesita”.
Para nosotros, como personas del camino que hemos asumido el compromiso del voluntariado social, éste va más allá de la justicia. Significa hacer propias las necesidades ajenas. Un voluntario social apuesta por el ejercicio libre, organizado y no remunerado de la solidaridad ciudadana. De ahí que su trabajo es precioso, porque “es” en sí mismo.

El autor es Profesor Emérito UCM.

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