martes, julio 23, 2024
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Discriminación, un mal cotidiano

Parte II

Sin embargo, nuestros jueces y fiscales dirán que tenemos los incidentes, las excepciones, las apelaciones, el recurso de casación, los amparos constitucionales para recurrir e impetrar tutela. Pero solo después de que uno es sometido a una muerte civil, a la infamia, al linchamiento mediático, por todos los medios de comunicación y la data, el tiempo de detención preventiva, ¿le puedan devolver su derecho humano a la dignidad, al honor, a la no discriminación, a la presunción de inocencia, al derecho humano a la defensa? Piensan que le devolverán su vida perdida en prisión, lo cual fue en total violación a la utopía del derecho humano, al debido proceso. Imaginen, si empezamos discriminando a este grupo de la población, por parte de algunos jueces, fiscales y policías, a quienes por algunas circunstancias de la vida hoy tienen que peregrinar, suplicar, clamar por justicia, los cuales a diario son discriminados por los operadores de justicia, entonces qué tipo de sociedad tenemos. Algunos entendidos, y gurúes del régimen penitenciario, del derecho, dicen “dime qué cárceles tienes y te diré qué tipo de sociedad y gobernantes tienen”.

La discriminación es un tema tan complejo, tan hiriente, tan delicado, tan dañino para el ser humano. Si vemos semejantes actitudes discriminatorias en estrados judiciales, qué podemos esperar del conjunto de nuestra sociedad. Se discrimina por ser bajo de estatura, por raza, por su color de piel, por condición económica, por posición social, por apariencia, si es linda o fea, si es gordo o flaco, pero al final lo único que demuestra todo esto es la falta de principios, valores, moral y ética. Créanme, estos valores no se los aprende en algún doctorado inventado por el hombre, éstos nacen y se forjan en nuestro interior, en nuestros hogares. Los valores, los principios, la moral, la ética nacen en el alma del ser humano y nos guían e inculcan hacer lo bueno, lo edificante, lo correcto, lo constructivo en beneficio del colectivo social, del débil, del indefenso. Más allá de lo que tenga uno, una profesión o no –esto no interesa–, los valores son el claro ejemplo y la muestra de vida de los padres al hijo, del amor incondicional, del respeto y de la enseñanza.

“Bueno, como muchos me dijeron, solo soy un ignorante”. Ya lo dijo un humilde sabio de la historia de la humanidad, Sócrates: “YO SOLO SÉ QUE NADA SÉ”. No me avergüenza ser ignorante, me avergüenza la discriminación. Si al final el Art. 9 Num.1 de la Constitución Política, que dice una sociedad cimentada sin discriminación va quedando solo en una redacción de buenas intenciones, pregúntense dónde quedan la dignidad, el honor, el vivir bien de nuestro pueblo, según el Art. 8.I, II, 21.II, 22 de la misma CPE. De la misma manera, éstas también van quedando en el olvido.

El autor es Abogado.

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