domingo, julio 7, 2024
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Conculcadores de la libertad

“No hay verdadera libertad, fundamento de la paz, cuando todos los poderes están concentrados en manos de una sola clase social, de una sola raza, de un solo grupo; o cuando el bien común es confundido con los intereses de un solo partido que se identifica con el Estado. No hay verdadera libertad cuando las libertades de los individuos son absorbidas por una colectividad negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva”, manifiesta la Encíclica “Pacem in Terris”, de 11 de abril de 1963.
Las condiciones políticas a las que hizo referencia la Iglesia, hace 59 años, permanecen inalterables, en ciertos países, no solo de la región, sino del mundo, ciertamente. Remarcamos ahora esa valiosa e histórica evaluación de la clerecía. De veras que la libertad fue conculcada no solo con armas, sino con actitudes políticas nefastas. Ambas que rayaron, en su mayoría, con el despropósito. Tales hechos están inscritos en la memoria histórica, tanto de hoy como de ayer.
Gobiernos espurios y legítimos capturaron, con afanes de perpetuarse, todos los poderes de Estado, a fin de imponer sus designios político – ideológicos. En ese marco tomaron represalias contra la libertad, con el objeto de minimizarla y pasar sobre ella.
En consecuencia: la libertad fue seriamente restringida, por las señales autoritarias que lanzaron algunos gobiernos. Por aquellos que habían sentado sus bases de sustentación política, aprovechando, inclusive, la potabilidad democrática. Por aquellos que, por afinidad político -ideológica, intercambiaron gestos de amistad, de simpatía y solidaridad. Algunos, quitando el pan de la boca de los pobres, enviaron toneladas de alimentos a sus similares, en circunstancias que sus sectores mayoritarios lo requerían, con urgencia, para mitigar el hambre que había dejado el coronavirus. Por aquellos que no respetaron los derechos humanos ni la libertad de expresión. Por aquellos que no le dieron importancia a la vida de sus semejantes. Por aquellos que manipularon los procesos electorales, para imponerse en las urnas respectivas. Por aquellos que apresaron a sus adversarios, con el propósito de silenciarlos en las cárceles.
Por la libertad, el supremo objetivo de la especie humana, se ha derramado sangre y ofrendado vidas en el mundo. Esas acciones revitalizaron el espíritu de lucha de todas las generaciones, en todos los pueblos y tiempos.
La libertad no fue una concesión de algún gobierno, sino una conquista lograda por la humanidad. De ahí que los pueblos, grandes y chicos, desarrollados y en vías de desarrollo, mantienen viva la llama de la libertad, como un repudio a la nefasta conculcación. Y lo han defendido a costa, inclusive, de sangre. He hicieron retroceder a las fuerzas de la barbarie. A los regímenes autoritarios, en particular. De veras que el ideal de la libertad nunca muere, pero sí los hombres que creen ser dueños de la humanidad. O los “animales políticos” que proliferan por acá y por allá. Ellos perecen, porque son “ídolos de barro”.
En suma: por la libertad deberíamos aunar fuerzas, pese a quien pesare…

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