viernes, julio 26, 2024
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Campaña “antimurillana” para generar conjeturas y confusión

Antecedentes

 

En la permanente inquietud de revelar y difundir sobre las glorias de los verdaderos héroes históricos de la Revolución del 16 de Julio de 1809 de la ciudad de La Paz, en la guerra  de la independencia americana, se pudo descubrir obras literarias de acreditados escritores nacionales que, en lugar de ser un valioso aporte para el estudio de la verdadera historia colonial, solo pretenden deshonrar la virtuosa conducta del protomártir Pedro Domingo Murillo y opacar el resplandor de la Revolución, como son los cronistas e historiadores Agustín Iturricha, Alcides Arguedas, Humberto Vázquez Machicado, Jorge Delgadillo, Samuel Oropeza, Manuel Rigoberto Paredes, Néstor Taboada Terán, José de Mesa, Teresa Gisbert, Dick Ibarra Grasso y Javier Mendoza Pizarro, para realzar los sucesos del 25 de mayo de 1809, en la pugna por la primogenitura de la independencia que existe entre La Paz y Sucre.

Efectivamente, es la razón que impulsa a efectuar un análisis histórico objetivo para refutar y defender de manera cuidadosa y con decoro ante la subsistencia de detractores y/o reaccionarios del régimen monárquico colonial en América, quienes no conformes con su ocaso y bajo los argumentos de realizar investigación histórica, iniciaron en forma incesante y apasionada campaña “antimurillana” para generar conjeturas y confusiones en la sociedad.

 

Conjeturas sobre capitulación de la Revolución y traición de Murillo

De manera casi estereotipada en todos los tiempos difunden como si la verdad histórica dependiese de nuestras preferencias posteriores a los hechos producidos.

1.- La primera inculpación sobre la supuesta “traición de Murillo”, se generó con la publicación de las declaraciones y confesiones de los protomártires de la Revolución de 1809 en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Sucre en los años 1901 y siguientes.

2.- Posteriormente, el historiador Agustín Iturricha, siguiendo la campaña antimurillana iniciada en Sucre en 1901, escribe en 1918; “La Verdad Histórica y el Ídolo Roto”, con el agregado “Respuesta obligada”, que fue insertado en el “Boletín de la Sociedad Geográfica de Sucre” N° 206 y reimpreso en Sucre en la “Historia de Bolivia bajo la administración del Mariscal Andrés de Santa Cruz”, edición de 1920, páginas 810 y siguientes, en donde infirió conceptos injuriosos sobre el Protomártir Pedro Domingo Murillo: “…los coetáneos de Murillo le escupieron al rostro su infidelidad a la causa del pueblo”. “Ninguna crónica lo refiere, ni era verosímil que la masa popular clamase por Murillo, pues que en uniformidad de sentimientos se le acusaba como el autor de todas las desgracias del momento”. “El endiosamiento de Murillo lo forjó, no el pueblo de 1809, sino aquel que no fue testigo de los hechos. La nueva leyenda se escribió bajo la República, con la inspiración de otros sentimientos. Su origen es puramente literario”. “La literatura cantó hazañas inverosímiles, la audacia forjó también piezas históricas, como se confesó después, revelándose ser fabricadas para estímulo regional. La leyenda echó raíces, se hizo árbol frondoso. El pueblo a la sombra de la leyenda construyó altares, y en ellos derrama incienso de su amor a la memoria del que considera ser el progenitor de sus glorias”.

3.- Igualmente, el ilustre historiador paceño Alcides Arguedas, en su libro “La Fundación de la República”, publicado en 1981, Capítulo II, protegiendo la idea de Agustín Iturricha, sin prueba alguna inculpa al prócer de su ciudad natal de “Traición de Murillo”.

–  Precisamente en la página 57 del citado texto, Arguedas señala que según la justa expresión de don Agustin Iturricha, “puede llamarse de la Capitulación de la revolución”.

–  Página 47, refiere a Murillo; Tampoco se sabe de fijo dónde y en qué Universidad o bufete de abogados adquirió los conocimientos abogadiles y jurídicos que poseía.

–  Página 48, complementa; fue padre de cuatro hijos lo menos, pues era muy mujeriego, y para mantener se vio obligado a ejercer diversos oficios, siendo minero por algún tiempo y después, con preferencia tinterillo de pleitos.

Y es que Murillo pertenecía a la casta de los agitadores populacheros que en la vida privada y dentro de la intimidad del hogar suele presentar profundas, asquerosas, incurables taras morales, y ser indelicados, egoístas, groseros, vanidosos, mentecatos y mentirosos, y aparentar ante el público, en discursos y con gestos teatrales, justamente lo contrario de lo que son; tipo divulgado y mantenido en el alto Perú, con más persistencia que en ningún otro país … etc.

Continúa echando más adjetivos: Murillo era déspota, dominador, absorbente y algo pérfido. Son las declaraciones de sus mismos colegas que lo pintan así.

–  Página 51, censura a la Junta Tuitiva: La Junta había uniformado al ejército con los paños decomisados en las casas de comercio, a crédito, y sus mismos miembros se dieron al lujo de gastar uniforme con bordados de oro en el cuello y las bocamangas.

–  Página 52, asevera: (…) el mismo Murillo al notar que no era tan grande el entusiasmo de las masas por la revolución, y ser, sobre todo, que eran en extremo deficientes los elementos de resistencia con que podían contar en el caso, ya irremediable, de tener que afrontarse a las tropas de Goyeneche, superiormente disciplinadas, más numerosas y, ante todo, mejor armadas que las suyas.

Y acobardado por su propia audacia, quizá desprovisto de fe en su propia iniciativa, pensó, como Diez de Medina, que aún era tiempo de retrotraer las cosas al punto en que estaban antes, sin peligro para él ni para sus parciales. En consecuencia, intentó ponerse de acuerdo con el jefe de las tropas realistas, pero de modo velado para evitar el descontento popular, que en la revolución sólo veía los medios de nivelar las desigualdades de que era víctima, y sin ánimo suficiente o con el bastante pudor para no declararse de un modo categórico por la contrarrevolución.

–  Página 54, en relación con el pliego del Virrey de Lima emitido el 15 de septiembre, que ordena el restablecimiento de las autoridades españolas depuestas, Arguedas asegura: Esta categórica conminatoria sostenida por la proximidad de las fuerzas de Goyeneche, indujeron a Murillo a definir su actitud reaccionaria.

–  Páginas 55 y 56, y entonces alucinado por quién sabe qué clase de intenciones, acaso miedoso con miedo vulgar, de haber tenido audacia para rebelarse; sin quizás arrepentido de no medir la hora madura para las inevitables reparaciones; en todo caso insincero consigo mismo y falaz con los otros, escribió el primero de octubre una carta a Goyeneche “ofreciéndole –dice Murillo en su propia declaración– su persona y milicias y que le comunicase sus órdenes para verificarlas al momento…”.

–  Página 58, (…) el jefe de las tropas independientes de observación establecidas en Tiahuanaco, capitán Rodríguez, sorprendió, según cuenta el testigo presencial de estos sucesos, general Dámaso Bilbao La Vieja, a un correo expreso “que mandaba a Goyeneche don Francisco Yanguas con una carta, diciéndole que había quedado con el comandante general don Pedro Domingo Murillo que le entregaría el cuartel y los disidentes”.

–  Página 62, refiere que las tropas revolucionarias venidas de Chacaltaya; Luego dieron libertad a los presos menos a Murillo, contra quien quisieron ensañarse los revoltosos, especialmente los soldados que intentaron balearlo “expresándole que él era culpable de todos estos acontecimientos por haberse convenido con los europeos para decapitar a los patricios”, según expusiera el Cura Medina en su indagatoria.

4.- Manuel Rigoberto Paredes, figura paceña de gran relieve en la historiografía nacional, autor de monografías, estudios y ensayos sobre la Revolución del 16 de Julio de 1809, en la glosa del folleto titulado “Juan Cordero”. (La Primera Víctima de la Revolución del 16 de Julio de 1809), publicado en 1909, y recopilado por Carlos Ponce Sanginés en “Documentos para la Historia de la Revolución de 1809”, Volumen III, 1954, ha precipitado un temerario juicio referente a Murillo: “poseía un talento claro y carácter atrevido, pero algo inconstante y propenso a la intriga”. “Cuando Murillo e Indaburu de acuerdo con el realista Francisco Yanguas Pérez se reaccionaron a favor del rey, intimidados por los aprestos bélicos ruidosos de Goyeneche, el pueblo apoyó decididamente a la fuerza de Castro que se encargó de debelar la reacción…”, “En el curso de aquella memorable revolución se puede notar que sus caudillos se empequeñecen a medida que crecen las aspiraciones políticas del pueblo…”.

5.- Javier Mendoza Pizarro, en su obra: “La mesa coja: Historia de la Proclama de la Junta Tuitiva del 16 de julio de 1809”, cuestiona y niega la autenticidad de la Proclama de la Junta Tuitiva, de ser apócrifa y una falsedad histórica por lo que la gloriosa Revolución del 16 de julio es un acontecimiento vulgar y sin orientación fija ni definida.

La proclama es un producto social elaborado por las clases cultas paceñas (Félix Reyes Ortiz, José Rosendo Gutiérrez y Agustín Aspiazu), durante medio siglo, nutrido por tradiciones inventadas como las Fiestas Julias, y desarrollado a través de sociedades, asociaciones, funciones cívico-patrióticas y estremecimientos colectivos destinados a mantener viva la conciencia ciudadana de un primer grito de la independencia paceño, y considera de demagógica al «congreso representativo de los derechos del pueblo».

Finaliza manifestando que no es posible honrar, glorificar la memoria de un prócer histórico traidor. (Continuará).

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