viernes, septiembre 27, 2024
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¡Debí tener más cuidado…!

La expresión que enuncia el título del artículo nos permite interpretar que hubo una equivocación, o se cometió un error, lo cual podría ocasionar daños o consecuencias negativas a cualquier otra persona; que de haber existido precaución, sensatez, seguridad, posiblemente no hubiese sucedido.
La persona sencillamente actuó de manera precipitada, en opinar, en expresarse y subsanar el daño que podría dejar huellas –con cierta subjetividad– en su entorno social, al menos temporal.
Hubo imprudencia como anti valor, de aquí que abordemos la cualidad prudencia.
Ser prudente nos permite saber cuándo es momento de actuar, de hablar, de caminar o de parar; para lo cual se requiere de un análisis de lo que sucede, las opciones disponibles frente a una elección importante y, por tanto, permitirse tranquilamente evaluar los efectos antes de tomar una decisión.
¿Cómo no equivocarme? Al actuar -comportarse o proceder de una manera determinada– o hablar habrá que hacerlo con mucho cuidado, lenguaje claro, cuidadoso y acertado, con moderación, es más si hay dudas (precavido), lo más adecuado es que no se haga, por tanto, deténgase.
Me vienen a la mente numerosas acciones cotidianas donde se evidencia la imprudencia, por ejemplo: aquellos que aún se consideran inmunes ante la pandemia, que no respetan las medidas sanitarias y deambulan generando contagio y en el peor de los casos: la muerte.
Cuando se conduce no respetando señales de tránsito, considerándose un “as del volante”; cuando se emite informaciones y comentarios no pedidos a través de las redes sociales, “algún chisme”, donde se da rienda suelta a los impulsos, emociones, sin evaluar sus consecuencias, cuyo resultado es altamente dañino.
¿Y cómo educar para ser prudente en la escuela, en la familia?
El valor de la prudencia se desarrolla en la escuela cuando:
• Se enseña a escuchar con interés, para posteriormente opinar acerca de un hecho.
• Educarlos en ser críticos, humildes.
• Profundizar en el tema –del cual queremos expresarnos– con objetividad y confiabilidad.
• Se trabaja en equipo, buscando consenso, pero a la vez respetando la opinión de cada cual.
En la familia, tenemos:
• Que cada uno de sus miembros hable y actúe, pero sin favoritismo para ninguno.
• Que todos se preparen y en tal medida puedan participar productivamente en bien propio, de la familia y de la sociedad.
• Convencerse del liderazgo y la honra que se debe a los padres, colaborando en lo posible al fortalecimiento de los lazos familiares, procurando evitar enfrentamientos imprudentes que son producto del desconocimiento.
Es un factor clave –para ser prudente– conocer la importancia de reflexionar y considerar los efectos que los actos y las palabras pueden causar en los demás, teniendo como resultado el acierto en su forma de actuar.
Esto no significa que el prudente no se equivoque, (“Errare humanum”, expresión en latín que significa literalmente: «Errar es humano»), pero de ser lo suficientemente reflexivo debe analizar el porqué de sus equivocaciones, reconocer sus errores y aprender de ellos para evitar que se repitan.
Antes de concluir, pasemos a la reflexión:
¿Es usted de los que opinan de forma apresurada, afirmando cosas que no son claras, seguras, impulsadas como forma de desahogo?
¿Recuerda la última vez que fue imprudente?; ¿qué consecuencias le ocasionó?; ¿las pudo enmendar?
Termino con la presente cita: “La prudencia no significa dejar de aceptar responsabilidades y posponer decisiones; significa comprometerse a tomar decisiones conjuntas después de ponderar responsablemente el camino a seguir”. Benedicto XVI.

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